domingo, 12 de enero de 2014

FUENSANTA

En este cuadro de Julio Romero de Torres, para el cual posara María Teresa López, muestra a la joven sentada, en tres cuartos y la cabeza mirando directamente al espectador. En la parte superior izquierda se aprecia un caño del que brota agua, sugiriendo, quizá, que la mujer se ha sentado a reposar en su tarea de llenar el gran cántaro plateado, sobre el que apoya los brazos en actitud relajada. El foco se centra en la parte central del cuadro, resaltando la cara, brazos y torso de la modelo.

NARANJAS Y LIMONES

Esta obra  de Julio Romero de Torres, corresponde a 1927. Es la representación peculiar y muy personal del tradicional tema del bodegón.
A las naturalezas muertas, al bodegón frío de frutas y flores inexpresivas opone Romero de Torres esta representación de manera que mezcla el bodegón y la figura humana. La figura central es una mujer desnuda de medio cuerpo. La joven sostiene entre sus brazos unas naranjas sobre su pecho. La singularidad de Romero de Torres está, en darle a la fruta el valor de integrante protagonista del cuadro. La composición posee toda la sensualidad de los bodegones flamencos, pero además Romero de Torres aporta su original interpretación del tema con la participación del desnudo. La pieza rebosa sensualidad y erotismo y supuso una verdadera provocación para los círculos más reaccionarios de la sociedad del momento.


LA CHIQUITA PICONERA


Es este cuadro el auténtico testamento pictórico de Julio Romero de Torres, donde sintetiza toda su concepción de la pintura y del arte. Es un retrato lleno de madurez, hondura y sosiego.
La escena de este lienzo, se desenvuelve en el interior de una humilde habitación, donde una joven sentada en una silla de anea, se adelanta sobre un brasero de cobre, sosteniendo en sus manos una badila de metal. Una puerta abierta, deja ver al fondo, el paseo de la Ribera, el Río Guadalquivir, el Puente Romano y la Calahorra, todo bajo un cielo de anochecer. Sus acostumbrados fondos de luminosos atardeceres, se vuelven aquí oscuro anochecer, presagiando quizá  la vida del maestro que se apagaba.
Lienzo de técnica casi fotográfica en el tratamiento de los planos, donde la modelo mira penetrante, no al infinito como en la pintura clásica, sino de una forma directa y próxima, donde se encuentran todos los elementos fundamentales que definen la pintura de Romero de Torres: Córdoba envuelta en brumas, siempre distante y próxima; la belleza como ideal, reflejada en la mujer; la mezcla de ardor y frialdad; de dulzura y desencanto, de arcaísmo y modernidad; de nostalgia y presencia.